LOS TÓPICOS DE LA NOVELA ROMÁNTICA (y III)

Como no hay dos sin tres, aquí me pongo de nuevo a ello. (Prometo que este es el último artículo que escribo al respecto)

1.-Los malos de pacotilla.

Sí, me refiero a esos que son como el Coyote, nunca pillan al Correcaminos.
Los protagonistas angustiados, las lectoras intrigadas y luego resulta que el malo lo único que hace es meter un palillo en la cerradura. ¡Por favor! los malos tiene que ser, como su propio nombre indica, unos hijos de puta de los buenos, tipo  los psicópatas de las novelas de Karen Rose, que te ponen los pelos como escarpias. De los que mueren matando y que no se cortan un pelo a la hora de llevar a la práctica sus atrocidades. De esos que vuelven locos a todo el mundo.

2.-El no te ajunto o las peleas de guardería.

Resulta que el libro tiene cuatrocientas páginas, se han pasado doscientas sufriendo porque no pueden arrejuntarse y luego, cuando al fin triunfa el amor, va ella y se mosquea porque él ha mirado a otra. O él se coge un rebote de kilo y cuarto porque ella ha bailado con su amigo. ¡Por favor, qué tenemos una edad! que hemos superado mil y una trabas para que luego por un quítame allá esas pajas nos pongamos de morros. Puede que el polvo de la reconciliación sea interesante, pero no te cabrees por una minucia. No hagamos montañas de un grano de arena. Claro que esto da pie a otro tema: las reconciliaciones milagrosas. Vamos por la página 390 y los dos protas enfurruñados, parece que no hay solución hasta que... Oh, te veo, me miras, me sonríes, te pestañeo un poco y... a comer perdices. Sin epílogo ni nada.

3.- Los clones o rozando la endogamia.

Mentón cuadrado (a lo dios griego), altura imponente (nos saca una cabeza excatamente), anchos hombros (armario empotrado de dos cuerpos), vientre plano ( sin haber utilizado el abdomineitor), ojos azules/verdes con motitas (jamás de un sólo tono, para desconcertar) , cintura estrecha  , piel bronceada, todo le sienta como un guante, pelo trigueño (hasta despeinado está de muerte)... ¿No estáis hasta la peineta de que todos sean un clon?
Vale, a ninguna nos gusta el churri con barriga cervecera y con tres tabletas de chocolate derretidas, pero un poco más de normalidad no vendría mal.
A excepción de los protas que pertenecen a las fuerzas de seguridad, que se entiende tienen que estar cuadrados, no todos pueden ser modelos de pasarela. Además, pensemos un poco... Los libertinos se pasan el día bebe que te bebe, juega que te juega y folletea que folletea ¿Cuándo se cuidan?

4.- Los tubos fluorescentes encendidos.

Este punto podía ser un subcapítulo del punto 3. (Clones femeninos) Me refiero a esas doncellas, casi etéreas, piel de porcelana, que cuando por fin se quitan los ocho refajos y las cinco capas de muselina bordada muestran unas piernas tan blancas que no son otra cosa que fluorescentes encendidos. ¿No da un poco de grima una piel tan lechosa que se trasparentan hasta las plaquetas de la sangre?
Entiendo que en ciertas épocas sólo la gente humilde (y no por gusto) se ponían al sol, pero si ellos son (ver punto 3) de piel bronceada ¿Por qué ellas no?

5.-Los árboles genealógicos difícles de explicar.

Últimamente se ven pocos, pero hubo un tiempo en que los hijos bastardos campaban a sus anchas. Claro que tenían que seguir un protocolo.
Aparte de ser el protagonista que enamora a la chica, eran hombres hechos a sí mismos, de origen humilde (madre preferiblemente costurera, lavandera o chacha) pero que han sabido labrarse un porvenir y amasar una fortuna. Saben quien es el aristócrata donante de semen pero prefieren obviarlo pues el conde/duque/marqués trató a la madre de mala manera.
Luego resulta que el aristócrata tirano asalta chachas dentro de su matrimonio legal sólo ha engendrado o bien a dulces muchachitas no aptas para heredar (cosas legales) o bien a una panda de escuálidos sinvergüenzas, nada que ver con nuestro protagonista (descripción vease punto 3)
Así que, el hombre hecho a sí mismo, al final es aceptado por un padre orgulloso con lo cual une dinero y abolengo.
Cosa que viene de perlas para que la dama, hija de nobles, pueda casarse.  (osea lo que hizo Lope en El perro del Hortelano)
Ah, y todo ello sin una mísera prueba de ADN.


Reitero mi devoción por la novela romántica.

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